La muerte..
Tan estudiada, tan incomprendida, la muerte como un cambio físico, como un mejoramiento espiritual, la muerte como una renovación o como un justo castigo.
La muerte en si, nos duele, nos asusta la soledad que trae consigo, la ausencia del ser amado, la idea del no “volverte a ver”, de “no escuchar tu voz nunca mas”, es algo que nos enchina la piel y nos llena los ojos de agua.
En México nos burlamos de ella, nos reímos con ella. Una vez que ha pasado el dolor, el duelo, el resentimiento, podemos divertirnos con la idea de la muerte.
Nos comemos la calaverita de azúcar con el nombre de la mama y de la novia, hacemos versos destacando los defectos de los vivos, figurando que viene por ellos la muerte y comemos el pan que asemeja los huesos de nuestros muertos.
Colocamos en un altar, en el mejor rinconcito de la casa, un menú preparado por nosotros, con las viandas preferidas de nuestros difuntos y también: Una Cruz de ceniza para purificar el espíritu del muerto. Cuatro velas que indican los cuatro puntos cardinales, Incienso para sanear el ambiente, una Jarra de agua por si llega fatigado después del largo viaje, un recipiente y una toalla para lavarse las manos y quitarse el polvo del camino.
El copal, que sirve para que su humo limpie el lugar de malos espíritus y así pueda entrar el ánima a su casa sin ningún peligro.
La sal, la foto, su bebida favorita, sus cigarros, las flores de cempasúchil, el pan de muerto. Y rezamos y esperamos que su alma nos visite, vea por nosotros y se retire en paz.
Los panteones se convierten en estas fechas en estallidos de color, de alegría.
Las tumbas son pintadas de azul, rosa, naranja, verde y cuando no alcanza un color, se le añade otro, creando una especie de arco iris sepulcral.
O simplemente las barremos y sacudimos y a jicarazos de agua y tallones de escoba levantamos la mugre que se ha acumulado desde la última visita.
Colocamos las flores, aquí las blancas, las amarillas, las rojas, y las moradas, no importa si son naturales, de papel o de plástico, en florero, o acomodadas amorosamente sobre la loza, rociadas con el restito del agua, para que duren un poquito mas y nos sentamos a la orilla de la tumba, pidiendo disculpas al vecino mas cercano, por la usurpación del suelo.
La muerte es ineludible, intransferible, inacabable, irrevocable.
Así que por que no reírnos antes, si al cabo que un día todos nos hemos de morir.
S.L. Villerias