Había una vez dos cangrejitos, jóvenes, bellos, de grandes y saltones ojos negros, con unas tenazas que daba miedo solo de contemplarlas, un caparazon duro y hermoso y cuatro pares de patas que corrían como el viento.
Eran grandes amigos, a uno le encantaba construir largos túneles y viviendas, cada vez mas grandes y complicados, al otro, le preocupaba mas que esos largos y enormes túneles acabaran algún día con las otras especies que convivían con el grupo de cangrejos.
Si no estaban trabajando, cada quien en lo suyo, siempre los podías ver juntos, platicando (como sea que los cangrejos platiquen) o jugando, o simplemente tumbados al sol, filosofando acerca de la vida, del futuro y por supuesto de las cangrejitas que habitaban en la comunidad.
Había una en especial que cuando pasaba caminando, de ladito por supuesto, coquetamente frente a ellos, los hacia suspirar disimuladamente.
Ella era la cangreja más inteligente, más dulce, más graciosa, más buena, decían los dos muy de acuerdo.
¡ Mira esos ojos! ¡Mira esas tenazas! ¡Mira como mueve su masa corporal al caminar!
Cada uno la veía y adjudicaba un calificativo diferente y más glorioso que el anterior.
Todo hubiera quedado así, en piropos y adjetivos calificativos, por que la susodicha cangreja ya tenia entregado su corazón a un Sr. Cangrejo de la comunidad vecina.
Se decía que se amaban con locura y que sus ojitos bailadores no volteaban a ver a nadie mas.
Pero eso no evitaba que cada vez que caminaba alegremente acompañada de sus amigas cangrejas frente a nuestro dos galanes, levantara un poquito mas las tenazas, moviera su caparazón un centímetro mas de lo normal pero sin llegar al descaro y que su risa (si se rien los cangreso no?) subiera unos cuantos decibeles mas de lo corriente, para llamar la atención de los galanes.
Nuestros buenos muchachos se levantaban sobre sus patitas traseras, ampliaban su pecho, cargaban sobre de ellos rocas de peso impensable y todas esas locuras que por siempre han hecho los jóvenes (cangrejos) para atraer al sexo opuesto.
Decía yo que esto no hubiera pasado a mas si no hubiera ocurrido un día, que estando en una demostración de fuerza sobre-cangrejil, que accidentalmente uno de ellos (realmente no se cual) dejó caer un gran pedrusco sobre la pata trasera del otro, causándole por supuesto un increíble dolor, por lo que soltando su propia carga, que fue a caer sobre la cabeza del compañero, se abalanzaron uno contra el otro, dispuestos darse unos buenos pellizcos con esas enormes pinzas.
En esto estaban, dándose arriba, abajo, en medio, rodando por los montículos de arena que al rozar con sus caparazones soltaba chispas, sonando las pinzas, echando espuma por la boca, tratando de amedrentar al que consideraban en ese momento su enemigo.
De repente oyeron la risa coqueta tan conocida y amada, el lechuguino caminar y se quedaron quietos, estáticos, solo para observar como el objeto de sus más oscuros deseos se fundía en un gran abrazo de amor con el dueño de su corazón, aquel que venia de la comunidad vecina.
Los miraron hasta que desaparecieron en uno de esos magníficos túneles que construía nuestro amigo y siguieron mirando un rato más.
Por fin lentamente voltearon a verse uno al otro, cabe decir que todo este tiempo seguían en un abrazo forzado, que recordaba claramente a los atletas griegos del pasado, con las pinzas bien agarradas al caparazón contrario.
Uno de ellos, el que se preocupaba por la biodiversidad y las especies sonrió con disimulo, para no ofender al contrario, tratando de contener la carcajada que subía como agua gaseosa por su garganta, en alguno momento el otro cangrejo también experimentaba lo mismo, hasta que sin poder contenerlo mas, soltaron la mas jubilosa carcajada y rodando por la arena, los amigos-rivales no podían controlar lo que los sacudía por dentro.
Por fin, exhaustos y con los ojos llorosos de tanto desternillarse, se quedaron mirando, unieron sus pinzas en un hermoso saludo y con eso sellaron la gran amistad que los unía, jurando en silencio que ninguna coqueta cangreja volvería a ponerlos en esta situación.
Sacudiendo sus hermosos caparazones, subieron la cuesta platicando de la nueva chica que había llegado, decían que venia de playas lejanas, que había viajado mucho……