martes, mayo 23, 2006

ZAPATOS DE CHAROL ROJO


Eras muy pequeña cuando te los regalaron, pero desde siempre habías soñado con ellos, era como la antelación de los bailes y las fiestas a las que podrías atender si fueras lo bastante grande como para tener unos zapatos de charol rojo.

Eras muy pequeña, por lo tanto, los zapatos eran muy grandes. Pero eso no impidió que día con día, antes de ir a la escuela de la mano de mama o regresando sudada y cansada después de una mañana de trabajo, subieras al banquito que estaba junto al ropero y sacaras con mucho cuidado, como si de cristal se tratara, la caja de tus zapatos.

Quitabas con delicadeza el papel de china que los envolvía y los mirabas, quietecita, sin pestañear. Después de un rato te decidías a probarlos, a ver si ahora si te quedaban bien y día con día, los regresabas a la caja, con un suspiro y la esperanza pintada en tus ojitos de que mañana si te iban a quedar.

Y pasaron las semanas, los meses y por fin un día, cuando ya la costumbre de subirse al banquito era parte de la rutina diaria, retiraste el papel que los protegía, que a fuerza de tanto uso, ya se desgarraba. Y los miraste una vez más y miraste tus piecitos que se asomaban debajo del largo vestido y tomaste los zapatos y te los calzaste…

¡Oh sorpresa enorme cuando tus deditos ya no tenían espacio para bailar solos! ¡Que felicidad cuando al abrocharlos, no se quedaban detrás de tus pasos!

La alegría de la meta lograda, de la victoria anhelada, del sueño cumplido se veía en tu carita, te pusiste de pie en un brinco y corriste gritando, loca de contenta, ¡Me quedan! ¡Me quedan ya mis zapatos de princesa!

Los estrenaste en tu cumpleaños, con un hermoso vestido de olanes blanco y rojo, moños en la cabeza, pulseras en el brazo, todo escogido especialmente por el color de los zapatos

Desde ese día no conocieron reposo. Los zapatos de charol rojo aprendieron a correr, a bailar, a brincar; soportaron polvo, lluvia, berrinches, vacaciones, fiestas infantiles, hasta que un día no pudieron más.

Su protesta si hizo patente al empezar a apretar tus deditos, al ya no ser tan cómodos ni tan bonitos, al haber perdido un moño y un poco de brillo.

Era hora de dejarlos descansar, era hora de cambiar y los fuiste dejando ahí, en el ropero, cada vez menos solicitados, hasta que un día desaparecieron.

Tú estabas convencida de que el ratón había venido por ellos, para llevárselos a otra niña que soñaba también, con unos zapatos de charol rojo.

Con todo mi amor para mi nena...

Propiedad de S.L.Villerias

3 comentarios:

Elisa dijo...

Nani, cada vez que leo esto se me llenan los ojos de lagrimillas, te quiero ñañita

Sandralucia dijo...

si, nena, a mi tambien jaja

Anónimo dijo...

Es poesía pura que entra por mis venas que me hacen soñar con los zapatos rojos de charol montecapiel que me he comprado para seguir bailando al despertarme